Cristina y yo comenzamos nuestra aventura volando al sur de Perú, íbamos a subir hasta Machupichu a pata como forma de aclimatar para nuestras posteriores ascensiones en el norte del país. Los primeros días estuvimos en Cuzco, visitando algunas ruinas.
Aprovechamos también para descencer en bici la famosa «carretera de la muerte». Partes desde un puerto a 3500 metros y desciendes sin parar, curva tras curva, hasta un poblado a 1180m. Comienzas con un clima de montaña, bien tapadito y terminas con clima tropical en tirantes. La verdad es que hay momentos en que da «canguele», no solo por el desnivel y la caída que hay, sino porque sigue habiendo tráfico normal, mientras tu intentas descender sin perder la dignidad con las bicis peruanas, que no son lo mejorcito del mercado precisamente… En nuestro caso, a una no le iban bien los frenos, lo cual nos llevó a varias caídas interesantes… Después de esto, comenzamos la ruta por la selva, que tras varios días de pateo compartido con otras personas de diferentes partes del mundo (Asia, Sudamerica, Europa…) y durmiendo en casas de lugareños, nos llevó hasta «Aguas Calientes». Lugar desde donde se sube en transporte hasta Machupichu. En nuestro caso, recorrimos el último tramo también andando, saliendo de noche, para aprovechar bien la visita, ya que teniendo en cuenta todo lo que las ruinas conllevan, subiendo al Wainapichu (imprescindible) y otra cosas que no nos dió tiempo a ver, te lleva todo el día sin parar de subir y bajar escaleras incas. Para llegar hasta Aguas Calientes, recorremos el mismo camino que el tren durante unas horas, compartiendo nuestros pasos con las vías. Una vez allí cogemos fuerzas para subir por la noche hasta las ruinas. La verdad es que aunque hay que dedicarle todo el día, e incluso dos, si quieres verlo todo. Por la tarde decidimos tomar un descanso y tirarno un rato entre las ruinas a descansar, pues la verdad es que es casi lo más agotador del recorrido, pues está lleno de «subeybajas». Una de las cosas que más me gustó fue subir a Wainapichu. No solo por sus vistas, sino porque es un lgar donde se respira un «algo» especial. Lleva un ratito de empinadas miniescaleras, pero merece la pena la recompensa… Una vez terminado el día cogimos el tren y bus correspondientes hasta llegar a Cuzco. desde ahí volaremos hasta Lima y cogeremos un autobús de muuuchas horas hasta nuestro siguiente destino: Huaraz, donde dedicaremos el resto del tiempo a ascender montañas…